viernes, 7 de enero de 2011

somos unos vagos



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llego a la oficina, tarde después de una hora en el bus aguantando saltos, empellones y sacudidas. el bus navega por la calle como una serpiente en el desierto. el que lo maneja cree que está solo en el universo. las fuentes de la vida que lo mantienen vivo están conectadas mediante tubos a sus brazos y su pie derecho. y fluyen eternamente. sólo existen él y su aro giratorio, las imágenes de las vírgenes en el parabrisas y una vía al infinito que lo espera. persigue arcoíris en su delirio. los pasajeros esperan sentados la hora de su juicio, en silencio; vamos en la barca de caronte. me bajo del bus y llego a la puerta del edificio. hay policías en la entrada, pero nunca nos revisan. llevo un moño de porro en una bolsa entre la mochila. paso mi carnet por el sensor electrónico y la barra de metal se corre automáticamente dejándome entrar. “buenos días, señores (hijueputas)”.  la oficina está asquerosa. hay polvo por todas partes y el golpeteo perpetuo del martillo de los remodeladores se hace intolerable. sale una mujer que trabaja conmigo y me habla. hace algún comentario sobre la nube de polvo que nos va a matar si seguimos en estas condiciones y me pregunta ¿cómo haces para soportarlo? le digo que no me molesta. la mujer vino a la oficina con su hijo de cinco años que se asoma entre sus piernas y me mira. tiene un tapabocas sobre la cara y sale corriendo cuando lo veo a los ojos. las luces de este sitio deberían ser restringidas para salas de manicomios. si se quiere curar a alguien de una enfermedad mental, mejor cocinarlo debajo de estas luces: matan neuronas y la gente se va volviendo cada vez más dócil. llega un tipo y me dice que van a cambiar las redes de comunicación de lugar y que es posible que nos quiten de acá. me encojo de hombros y le digo que está bien por mí. se me acabó el café. sirvo más. pasan con poca frecuencia algunas bellezas. tengo una obsesión por los culos de las que pasan. trato de adivinar qué color de panties tienen o si tienen, si habrán culeado en la mañana antes de venir. esas cosas se pueden leer en las rodillas según la distancia que las separe. con un par de centímetros de más basta. también pienso en cómo lo habrán hecho. no es necesariamente excitante o sexual; es un tema de salud pública. si por lo menos la cuarta parte de los que llenan este edificio no hubieran tenido un orgasmo esta mañana, nos mataríamos. hago una estadística sobre la antimuerte de este sitio de horrores. en verdad no hay ninguna vieja que me guste o a quien quisiera hacerle avances. habría que hacer un collage de bocas, ojos, orejas, culos, formas de caminar, brazos y cuellos, para luego ir a donde esa mujer perfecta y quedarme mudo ante su presencia. tengo un millón de cosas qué hacer. lo sé aunque no me lo hayan dicho. cada mañana encuentro veinte correos en mi buzón y todos dicen haz esto, haz lo otro, sube, baja, vamos a reunirnos, vamos a despedirnos. acaba de pasar una de las perras que más detesto acá. la muy maldita supo que me iban a dar un aumento miserable que, además, bien me merezco, y se quejó. después vino con su jeta embadurnada de rojo intenso carmesí y me dijo “¿sabías? decidieron que a nadie este año le subirán de sueldo. a nadie”. “no, no sabía”, le dije. esta y las otras zorras, tan pronto se enteraron de mi beneficio, bien merecido, fueron a pedir el de ellas. obviamente no se los iban a subir a todas, así que por mantener el bienestar general, me bajaron a mí. para mi ojo buscador incansable de culos, el de ellas no existe. es como el culo de los coneheads de la película: sin raya y con un hongo en cada nalga. extraterrestres desculadas. sólo una de ellas tiene una masa enorme de trasero y a esa cuando la veo no puedo imaginármela más que sentada cagando bollos enormes. a esa la odio sobretodo porque se gana el doble que yo y trabaja menos de la mitad. el jefe de la obra va a morir pronto, posiblemente de una puñalada o con un pedazo de vidrio en el cuello. le da órdenes a los obreros como si fueran bueyes: cargue este bultico, muévame éste archivadorcito, que si no me quita estas macetas de la esquina le aviso al ingeniero, que por qué tienen que dejar su basura acá en la entrada, que nada que me pintan esta pared. los obreros obedecen y lo miran con ojos asesinos. sería algo interesante para variar. su cuerpo encontrado en uno de los baños, la inquietud de las personas excitadas  ante la presencia de la muerte, las manos de las mujeres sobre la cara, llantos de espanto, las cabezas agolpadas en la puerta tratando de ver el cuerpo y el charco de sangre morada de la carótida creciendo como un derrame de lava. un celador con un walkie-talkie habla con otro para contener la escena mientras llega la policía,  la sensación de alarma que despierta en todos la ola de un chisme grande que los saca de la rutina, de sus asientos y que les recuerda lo que es estar vivos cuando sale el cuerpo ensabanado por la puerta. afuera hay una especie de día hermoso. no lo puedo ver más que a través de una ventana manchada de pintura y óxido en su marco. es hermoso porque se pueden ver las cornisas de los edificios llenas de palomas. si yo fuera una paloma no haría más que cagar sobre la gente. la gente cagada por una paloma se vuelve bella. se les despierta en medio de sus almas una extraña sensación de decoro. los adultos nos volvemos muy estúpidos de muchas maneras, especialmente cuando hay un día hermoso afuera y queremos vernos bien frente a los demás. con frecuencia me sorprenden las mujeres que se ponen faldas en esta ciudad llena de lobos. muestran piernas deliciosas y emiten toneladas de feromonas que los hombres perciben con su nariz, les entran por los adenoides atravesando la barrera de mocos y le pegan al cerebro con una fuerza descomunal que se transfiere directamente a los genitales en forma de calor, haciendo imposible mantener la vista alta y la verga en calma. pasa unas cincuenta veces diarias, a lo menos. es demasiado estrés para un cuerpo y la vía de desahogo más rápida es, obviamente, una maravillosa masturbación en donde se mezclan todas las imágenes por colores, formas, tamaños, olores y cercanías, pasando como un álbum de fotos en la cabeza mezclándose una que otra vez con fantasías de lo que hubiera podido ser. luego del hormigueo en las piernas y de la explosión, se va por el sifón todo el líquido, el álbum con las imágenes y las imaginaciones y, por un relámpago, la mente queda limpia, en blanco, cerca al nirvana. drogada y saneada al mismo tiempo. este maldito ruido es insoportable. ya voy por la cuarta taza de café y, mientras la sirvo, me llama a lo lejos la loca bipolar. la loca bipolar me sacó de mi escritorio. la loca bipolar está enferma de altivez y amargura. hablar con ella es como hablar con un maniquí tostado en un incendio. las manchas de su cara están tapadas con una especie de estuco marrón sobre el que pone color y parece que a sus labios los hubieran llenado con cemento. no deja los ojos quietos en ninguna parte ni mira a nadie a la cara. es una de esas viejas que tuvo plata y que necesita trabajar, pero según ella todo lo hace por caridad. la buena loca bipolar cree que tiene una corona en su cabeza y trata a los demás como peones de su corte. todos para ella somos clases distintas de basura: unos somos ñeros, algunas son levantadas, otras estúpidas, algunos desagradecidos y otros, la peor clase, somos unos vagos. no sé qué querrá la vieja, pero tengo que salir a fumar y me toca pasar al lado de ella. hoy realmente no quiero ver a nadie o, pensándolo bien, no quiero que nadie me vea... no pasó mucho mientras el cigarrillo. hay una manifestación afuera de unos que quieren que les paguen mejor salario. le gritan al jefe que salga y dé la cara para proceder a lapidarlo. se me está cayendo la piel de las manos. investigué un poco y es un síntoma que concuerda con etapas iniciales de cirrosis. pero si todavía no me ha dado, dudo que ahora se empiece a manifestar de la nada. llevo veinte años bebiendo sin descanso y hasta ahora lo peor que me ha dado es un guayabo espantoso que me dieron ganas de arrancarme la cabeza. vomité dos días seguidos y mi cuerpo no podía mantener la comida dentro. solamente aguantaba jugo de naranja. claro que esa vez mezclé el trago con algo de fuá. el fuá es delicioso cuando se toma en dosis moderadas. cuando se exagera es que vienen los problemas de sueño, paranoia, palpitaciones  e inanición. pero lo peor es la paranoia. sentirse perseguido es de lo más jodido de soportar para la mente. es el reflejo humano de la huida exacerbado al mil por cien y, como todo buen instinto, es bastante intenso. es querer largarse de donde uno está sin razón para hacerlo. una parte del cerebro sabe que no hay peligro, pero la otra empuja con todas sus fuerzas al cuerpo para correr. ahí se puede quedar alguien muchas horas esperando a que se decidan. el fuá mezclado con trago mejora mucho la balanza. un depresor junto a un estimulante. es un milagro que el cerebro no haga corto circuito. todo con moderación es bueno. un poquito de zoofilia, un poquito de necrofilia, un poquito de drogadicción, un poquito de demencia, un poquito de gula, un poquito de impulso homicida, un poquito de odio, un poquito de envidia. un poquito, no exagere. un poquito mantiene despierto al cuerpo, y a la mente trabajando constantemente para superarse. un poquito de todo no mata a nadie. me estoy arrancando pedazos largos de piel muerta de mis manos. me he comido algunos. saben a sal. supongo que un poquito de canibalismo tampoco es malo, aunque nunca he oído hablar de autocanibalismo, excepto en un cuento pésimo que leí hace poco sobre un tipo que comienza a comerse a sí mismo comenzando por los pies. he oído hablar de tipos que se la pueden chupar ellos mismos, pero lo otro es simplemente ridículo... estaba releyendo lo que he escrito y la imagen del muerto saliendo con la sábana me trajo a la memoria la vez que fui testigo de un suicidio. estaba en la universidad en clase de estadística durante las vacaciones porque necesitaba nivelarme para el semestre entrante. éramos unos veinte en el salón y hacía un calor voraz que consumía todas las energías. al único que le sobraban era al profesor, un tipo enjuto de tez color caca con una chiverita delineada y un millón de ejercicios de mierda en la cabeza. que cuánto es la media de una docena de hijos de puta que quieren comprar cada uno un carro distinto pero sólo dos quieren uno rojo de distinta marca, o alguna mamada de esas. las clases eran de ocho a doce todos los días por tres meses. salí del salón para refrescarme y fui por el corredor hasta el baño. mientras me descargaba en el orinal y trataba de pensar en nada, llegó un tipo gordo de cachetes colorados vestido de corbata y entró en uno de los sanitarios cerrando la puerta. me apuré a terminar antes de que el olor de su cagada me llegara y salí. me senté en una de las poltronas de cuero del pasillo (era una universidad muy elegante) y me puse a leer. no llevaba más de una página cuando otro tipo que había entrado al baño salió gritando como una vieja histérica “¡seguridad! ¡seguridad! ¡auxilio! alguien está desmayado en el baño.” dos viejas de uniforme azul subieron las escaleras desde el primer piso a toda velocidad y entraron al baño. no sé de dónde salió una enfermera y se metió también y luego llegó un médico. corrió el rumor de que estaba muerto. fui al trote hasta el salón y les dije “se acaba de morir alguien en el baño”. salieron todos y, con la alharaca, los de  los demás salones. el pasillo estaba atestado de curiosos y algunas viejas se tapaban el asombro de la boca con la mano. la de seguridad que llegó primero, bajita y bien apretada en su uniforme, sacó del baño una jeringa cogida con un pedazo de papel higiénico y una ampolleta con una etiqueta púrpura que decía “eutanal”. el tipo se había inyectado una dosis como para matar a un toro y yo fui la última persona que lo vio vivo. yo, que salí corriendo de su presencia porque no quería oler sus pedos. se lo llevaron acostado en una camilla con una sábana encima. por eso lo de la imagen. luego supe que el tipo se había matado porque se iba tirando el semestre de derecho y tenía miedo de su papá. el pobre imbécil. cuando supe eso ya no me dio lástima... bien. es la una y dieciséis. no tengo un peso en los bolsillos y al tipo que me da crédito para almorzar en su restaurante ya le debo, entonces mejor ni me aparezco por allá. me han obligado a ponerme uno de esos tapabocas desechables para evitar el polvo de la construcción. les dije que no quería, pero me insistieron que me lo pusiera o que tendría que salir para irme a otra oficina. acá estoy feliz. me traen café cada media hora en un termo y puedo escribir esta basura. nadie me ve y no veo a nadie. el cielo del oficinista. estoy pensando en comida, pero he tomado tanto café que el estómago está enredado. no sabe si sentir hambre o pedirme más café. creo que se lo voy a dar. ¿qué pasará si le mezclo unas ramitas de porro? ¿quedaré colocado? espero que no me vaya a dar ahora un dolor de estómago de la puta madre… no me dio. el coloque es más lento, aunque no sé si se necesite una dosis más alta o qué. nunca lo había intentado en infusión, pero parece bien. sí. estoy un poquitín colocado. vamos a ver poco a poco si la cosa va subiendo de nivel. en fin, mientras pasa, oigo el metrónomo del martillo darle una y otra y otra vez a la pared que cede por muescas. por acá ya casi todos se han ido y la flacura del capataz no volvió a aparecer.  (el tecito va entrando por oleadas muy muy insipientes, pero entra del carajo). tan, tan, pum, tan, pum… ahora son dos martillos, uno en el piso superior y el de esta mañana. hasta ahora noto que sobre mi cabeza hay un tubo de desagüe de los baños de todo el edificio. no lo veo, pero lo oigo constantemente. como estoy en el primer piso, tengo veintiún cagaderos sobre mí que no paran. cada descarga de agua suena y baja con los deshechos de todos mis compañeros: pajazos, sangre, pis y po. shhhhh… suena como un disco de relajación. los excrementos de setecientas personas en este edificio bañándome... una mosca gigante se acaba de posar sobre mi escritorio. es toda negra y peluda y no me tiene miedo. la ahuyento y vuelve para sobarse sus manitos y pasárselas por la cabeza y las alas. anda unos centímetros como un rayo, para y vuela en un círculo-aterriza-se lava las manos-vuela-la ahuyento-hace un círculo en el aire-vuelve-se lava las manos-anda un  poco-para-se va... la enorme mosca se ha dado la vuelta y ahora me mira con sus cien ojos, mueve las alas y olfatea el escritorio sacando su trompita de elefante y pegándola a la superficie. está lamiendo los restos de café de un rodete que ya está duro. “hola mosca”, le digo, “hola bobo”, me contesta. está adicta la pobre. igual que yo. “en eso no somos muy diferentes, mosca”, “tienes razón, bobo, no lo somos. a los dos nos gusta el café.” me he preparado una segunda tacita de té, pero ahora se me pegó al escritorio de atrás una de estas fufurufas y me da culillo tomármelo en frente de ella. ahí  estoy dejando la infusión calar sus tres minutos de rigor en el agua hirviendo para que suelte todas sus facultades. esta vez hice un poco más y le puse un folleto de riesgos profesionales encima para que no se salgan los vapores. es amargo, pero de buen sabor. las ramitas que quedan en la boca hay que macerarlas bien con los molares para que no se pierda nada. es como mascar tabaco o mambe. ha sido un día muy provechoso. voy a la calle a fumar y a ver qué más pasa...





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