sábado, 18 de septiembre de 2010

MIGRANTES

A la salida del gusano que se pega al avión para evacuar a la gente, nos esperaba un par de policías gigantes, orondos y enhiestos, para pedir documentación y hacernos preguntas. Nos separaron en dos filas para que cada uno se encargara de una mitad del avión. Antes de salir, como no me gustan las turbas, me quedé sentado esperando a que la gente bajara sus canastas, montones de maletas y demás estorbos con que viajan en un frenesí de locura. Ciento cincuenta personas, un rebaño de borregos haciéndole fila a un par de hijueputas uniformados que les dio por mostrar rudeza después de habérsela mamado el uno al otro. A cada uno le preguntaban lo mismo: ¿ushtéd a quí viane a laos Estaros Uniros? ¿Cuánda tempo se pensa quedará? Y los dejaban seguir, uno tras otro, hasta que me llegó el turno. Al parecer al tipo no le pareció tan divertido que no le entendiera un culo cuando me habló, porque le hice repetir tres veces cada pregunta y las tres veces me dolieron los oídos. Gringo hijueputa, si le vas a hablar a unos campesinos en español, apréndete lo que les vas a decir, no seas tan gonorrea, sino mira a la Orquesta del Sol, un grupito de 8 japoneses que cantan salsa en la lengua de Cervantes, pero que si les preguntan de qué color es el cielo dicen, Azúúúúcaaa, porque no tienen idea de la sintaxis, ni del signo, ni del significado, se aprenden lo que dicen de memoria, pero vocalizan y lo hacen bien, no como ustedes, par de policías cagándose en mí y en mi romántico idioma. Por alguna razón el tipo en lugar de devolverme el pasaporte como a todos los demás, me pidió que me hiciera a un lado mientras terminaban y se metió el librito en el bolsillo de atrás. Caminé y noté que solamente a otro tipo lo habían sacado y a ninguna vieja. Me apoyé en la baranda a ver cómo seguía evacuándose la fila. ¿Y ese qué? ese es un asesino, tiene rico al lapidero del pueblo, ¿Y esa vieja? esa tiene la panza llena de cocaína, ¡si hasta aquí la huelo!, ¿Y ese otro, el chiquito de allí con la chaqueta de bluyín? a ese no deje que se le arrime porque le saca la billetera, el reloj, la pistola y mi pasaporte sin que usted se de cuenta, señor policía, y hasta le parece simpático el tipo mientras lo roba. Así son.


Terminada la fila nos hicieron un ademán (al tipito que sacaron y a mí) para que los siguiéramos y caminamos detrás de ellos. Lo peor que yo llevaba era mi alma, pero eso no es delito así que caminé tranquilo hasta que llegamos a una oficina en la que nos hicieron esperar afuera mientras el tipo se metía allí con los pasaportes. Mi compañero de sindicación habló por primera vez y noté que estaba muy nervioso. Oiga, disculpe, ¿usted sabe qué están haciendo ahí dentro?, me preguntó. Sí, claro que sí sé, le contesté, y volteé la mirada hacia la fila de los que habían llegado y a quienes ya les sellaban sus documentos para pasar inmigración, recoger sus maletas y salir a la calle, personas comunes y corrientes, de todas partes del mundo, culpándonos con sus miradas, no tanto por haber traído la droga, sino por habernos dejado coger. ¡Idiotas!, pero si todos nosotros traemos, ¡jajajajaja! ¡y sólo a ustedes los cogieron!, ¡jajajajaja! ¡ja ja ja ja ja! Mi compañero se volteó y me preguntó, ¿usted hizo algo? No, le dije. Entonces, ¿por qué lo sacaron de la fila?, preguntó, Porque yo soy el único que no traigo nada y a estos güevones los entrenan para notar la diferencia, lo que sea raro. ¿Ve? por eso estoy aquí con usted, porque no traigo nada. Así que fresco que me imagino que usted tampoco, ¿ve? Cinco segundos después, de nuevo, Oiga, perdón que lo moleste…pero, ¿qué es lo que están haciendo ahí…? Le contesté que estaban haciendo un chequeo completo en el computador conectado a la base de datos del FBI, y que además estaban examinando la base de datos de la Interpol para saber si estábamos sindicados de algún crimen en Colombia o en otros países, y añadí además que las demandas civiles por violencia doméstica se consideraban un crimen en Estados Unidos y que yo sabía de alguien que lo habían metido diez años a la cárcel porque la esposa puso un denuncio por maltrato en la policía en Chapinero y hasta allá fue a dar el chisme. Después de eso el tipo no me volvió a mirar.

Al rato, sin darme explicaciones, salió otro policía al que nunca había visto y me entregó el pasaporte, me dijo que lo siguiera y me coló al frente de una de las filas, deseándome una estadía feliz. Thank you, le dije, y pasé adelante mientras veía que al otro lo entraban custodiado a la oficina. Pacho estaba afuera esperándome en su carro y fumaba un cigarrillo. Yo me subí y pasamos el túnel. Estaba en Nueva York.























1 comentario:

  1. Muy buena la narración, aunque no me convencieron la gallina ni la areparina. Esto puede confundir al lector desprevenido. El relato es ágil y verosimil. Sigue escribiendo.

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